Entre el 13 de julio y el 14 de septiembre, el Museo Zer0 presenta la instalación A Onda, de Asturianos Estúdio Rotor, que combina el uso de la sal, tan típico de Tavira, con módulos de luz programados generados por el movimiento de las olas del mar mostrados en vídeo.
Siempre es interesante poder ver y escuchar cada año cómo los artistas del arte digital interpretan nuestro territorio, paisaje y naturaleza, utilizando las nuevas tecnologías, y las transmiten al público, quien puede interactuar con ellos, repasando el lugar en el que viven. . o dondequiera que estén de paso, y verse de nuevo.
La instalación propone un juego de asociaciones entre la riqueza material del pasado en el territorio en el que se ubica y el material aparentemente intangible que constituye su economía actual. Ambos comparten una fuerte relación con sus medios de comunicación, entrada y salida de su historia extractiva: en el pasado el mar, en el presente, la nube. Una nube de conexiones digitales que conectan la zona, por ejemplo, con muchos de los visitantes que ahora la frecuentan para conocerla.
En medio de estas dos realidades del pasado y del presente de la ciudad de Tavira, la propuesta artística convive en un espacio que, desde sus orígenes eclesiásticos hasta su uso cultural actual, ha sido partícipe de toda esta transformación de la sociedad hasta ahora.
Esta instalación contemplativa consta de dos partes principales:
1. Un mar de módulos de luz que se encienden y apagan con el mismo movimiento que el sistema, en tiempo real, lee en los píxeles de un vídeo en el que se puede ver cómo una ola golpea la costa de la ría.
2. Una mesa donde se ubica una montaña de sal con la que podemos interactuar. El sistema, a su vez, lee el relieve resultante y lo superpone a la imagen de la onda luminosa, interfiriendo y modificando su trayectoria.
Siempre es interesante poder ver y escuchar cada año cómo los artistas del arte digital interpretan nuestro territorio, paisaje y naturaleza, utilizando las nuevas tecnologías, y las transmiten al público, quien puede interactuar con ellos, repasando el lugar en el que viven. . o dondequiera que estén de paso, y verse de nuevo.
La instalación propone un juego de asociaciones entre la riqueza material del pasado en el territorio en el que se ubica y el material aparentemente intangible que constituye su economía actual. Ambos comparten una fuerte relación con sus medios de comunicación, entrada y salida de su historia extractiva: en el pasado el mar, en el presente, la nube. Una nube de conexiones digitales que conectan la zona, por ejemplo, con muchos de los visitantes que ahora la frecuentan para conocerla.
En medio de estas dos realidades del pasado y del presente de la ciudad de Tavira, la propuesta artística convive en un espacio que, desde sus orígenes eclesiásticos hasta su uso cultural actual, ha sido partícipe de toda esta transformación de la sociedad hasta ahora.
Esta instalación contemplativa consta de dos partes principales:
1. Un mar de módulos de luz que se encienden y apagan con el mismo movimiento que el sistema, en tiempo real, lee en los píxeles de un vídeo en el que se puede ver cómo una ola golpea la costa de la ría.
2. Una mesa donde se ubica una montaña de sal con la que podemos interactuar. El sistema, a su vez, lee el relieve resultante y lo superpone a la imagen de la onda luminosa, interfiriendo y modificando su trayectoria.